Por todo ello, la Teología es un servicio de inapreciable valor para todo el pueblo cristiano y una gran ayuda para el Magisterio de la Iglesia en el ahondamiento y exposición de la fe de siempre y de todos, esto es, la fe católica (universal), apostólica (que viene, entroncando con Jesucristo mismo, de los apóstoles) y romana (enseñada con autoridad vicaria, delegada por Jesús, por el Obispo de Roma, el Papa).
Saber, al menos, un poco de Teología es bueno, no sólo para los teólogos, sino también para todos los cristianos, que estamos llamados en cualquier circunstancia de nuestra vida a dar razón de nuestra esperanza (1Pe 3, 15). La Teología forma una cabeza cristiana, nos da argumentos y razones para creer. Es importante para nuestra formación, para dar una buena catequesis; para que, cuando alguien nos pregunte algo sobre la fe, aunque sea difícil, sepamos qué responder. En este sentido, ayuda mucho también la Filosofía , que sería como las cuatro patas en las que se apoya “la mesa” de la Teología. Filosofía y Teología se complementan, se apoyan mutuamente, igual que lo hacen la Razón y la Fe , pues ambas son, como dijo Juan Pablo II, “como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad” (Encíclica Fides et Ratio, nº 1). Así pues, apreciemos el valor de la Filosofía y de la Teología como apoyos de nuestra fe.