sábado, 1 de septiembre de 2012

¿DIOS UNO Y TRINO?

Veíamos en otro artículo el tema de la unicidad de Dios, esto es, que Dios, si existe, es el único Dios. Ahora bien, la Biblia enseña que ese único Dios es Uno (unidad de Dios) y, a la vez, Trino (trinidad de Dios). Uno, en cuanto que en Él no existe más que una sola substancia, común a tres personas divinas que la integran (Padre, Hijo y Espíritu Santo), las cuales no son tres dioses sino uno solo; Trino, en cuanto que está integrado por tres personas divinas, las cuales forman una comunidad de amor perfectísima, una familia.
Este lenguaje puede parecer un poco lioso, pero el misterio de Dios Uno y Trino se puede explicar y entender de manera más sencilla con una comparación: igual que hay millones de personas que comparten una misma humanidad, esto es, una misma naturaleza humana, la fe nos presenta a Dios como un ser integrado por tres personas que comparten una misma divinidad, una misma naturaleza divina. Hay, pues, en Dios una sustancia divina común a tres personas.
Afirmar todo esto no es posible con la sola razón humana, sino que, en todo caso, se trata de algo que nos tiene que revelar el mismo Dios. Basten algunos ejemplos de la Escritura: “Bautizad en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19); “Cuando yo me vaya -afirma Jesucristo-, mi Padre os enviará al Espíritu y el Espíritu os guiará hacia la verdad plena”;  tras el Bautismo y la Transfiguración de Jesús, dice la Escritura que el Espíritu Santo bajó en forma de paloma y se posó sobre Jesús, al tiempo que una voz del cielo gritaba: “Éste es mi Hijo amado; escuchadle” (Mt 3, 16-17; Mc 1, 10-12; Lc 3, 22). Los teólogos consideran ésta una manifestación expresa y patente de la Trinidad. Por lo tanto, el misterio de Dios Uno y Trino está sobradamente justificado desde el punto de vista bíblico.
Y desde la reflexión natural, tan solo nos atrevemos a dar un argumento de conveniencia, esto es, decir que, dada la naturaleza perfecta de Dios, le conviene estar integrado por varias personas y no sólo por una, pues, de otro modo, sería un Dios solitario, lo que, en cierto modo supondría una carencia, una imperfección. En efecto, la persona que ama tiende a la sociabilidad, al diálogo, a la comunicación, pues, si no, se queda incompleta y, por ello mismo, imperfecta. Amar perfectamente, plenamente, no es amarse a sí mismo, sino amar a otro, y a otro de igual dignidad. Por lo tanto, el misterio de Dios Uno y Trino excede a la razón, pero vemos que no es absurdo, que no se opone en absoluto a ella.

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