jueves, 6 de septiembre de 2012

¿PUEDE EL HOMBRE ALCANZAR LA VERDAD?

Otra cuestión clásica, esta vez en filosofía, ha sido la pregunta sobre si el hombre es capaz de alcanzar la Verdad y de llegar por sí mismo a Dios, a lo que está más allá de su experiencia o de sus sentidos, más allá de lo físico, esto es, a la metafísica. Modernamente, de Hume, Kant… en adelante se ha cuestionado con especial énfasis dicha posibilidad y, aún hoy, asistimos a una crisis de la metafísica. Desde luego, nadie progresará gran cosa en el tema de la existencia de Dios si tiene el pre-juicio (desde luego, filosófico, no científico) de que la mente humana es incapaz de alcanzar la Verdad, lo metafísico, y afirme (desde luego, sin pruebas científicas) que sólo vale el conocimiento obtenido por la ciencia. El hombre se hace preguntas profundas, aunque no precisamente científicas, que, al igual que otras pulsiones (como el comer o el dormir), buscan una respuesta satisfactoria; se trata de preguntas tales como: ¿por qué existo? ¿qué sentido tiene la vida? ¿vale la pena vivir, sufrir y morir? ¿hay algo después de esta vida? ¿existe Dios?, etc. Si, de ordinario, la naturaleza satisface (o es capaz de hacerlo) todas las inclinaciones humanas (comer, con el alimento; dormir, con el sueño...), no se entiende por qué no habría de proporcionar al hombre algún medio (por ejemplo, la inteligencia) capaz de satisfacer esos interrogantes profundos, meta-científicos, producto de su aspiración a la Verdad. El hombre es un ser que pregunta constantemente, con la esperanza de ver resueltas sus inquietudes.
El sentido común y la experiencia nos indican que el hombre puede llegar a la Verdad, gracias, en unos casos, a la ayuda de disciplinas como la Ciencia, la Historia, etc.; gracias, en otros casos, a la intuición, que le hace comprender, sin necesidad de demostraciones, verdades evidentes como “el todo es mayor que las partes”, “algo no puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”, etc.; gracias al sentido común (por el que una mayoría de hombres consienten o aceptan sin discusión en cosas que resultaría absurdo negar); y gracias, por último, al uso de la reflexión o la argumentación racional, que, con una lógica, nos lleva a determinadas conclusiones que se revelan como ciertas.
Quien niega los procedimientos anteriores, la aptitud humana para alcanzar la Verdad, degrada al hombre hasta el mundo animal, donde no existe argumentación ni aspiraciones de verdad. Debemos reconocer nuestra dignidad: el hombre es, con todo lo que eso implica, “animal racional”. Lo dijo Aristóteles. Y creo que no se equivocó.

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