sábado, 1 de septiembre de 2012

¿SÓLO HAY UN DIOS?

Sólo puede haber un único Dios, porque, si existieran varios dioses, habría límites entre ellos, lo cual sería signo de imperfección, y ninguno podría ser, en el fondo, verdadero Dios, pues ya vimos que un Dios imperfecto no puede ser Dios. De haber varios dioses, lo normal es que, al final, existieran también diferencias de criterio entre ellos, fruto de su respectiva limitación, lo que haría prácticamente imposible, por ejemplo, la armonía, el orden, la unidad y la coherencia que vemos en la Creación o, incluso, en la moral. Cabe la hipótesis de que se pusieran de acuerdo para aunar criterios respecto a la creación del Universo, las normas de la moral, la redención humana, etc., pero, si son distintos, en algún momento tendrían que aflorar esas diferencias, pues resultaría extraño, dada su respectiva limitación, que se pusieran siempre de acuerdo y en todo. Lo normal es que alguno de ellos quisiera en un momento dado hacer valer su impronta, su criterio o su sello personal, a diferencia de los otros, y que hubiera discrepancias. En suma, si existen varios dioses, bien se diferencian en algo (y entonces son limitados, con lo que dejan de poseer verdaderas características divinas), o bien no se diferencian en nada (y entonces son el mismo dios).
Este tema es conocido en Teología como el de la unicidad de Dios, es decir, que Dios es el único Dios que existe. “Yo soy el que soy”, le dijo Yahvé a Moisés en el famoso episodio de la zarza ardiente (Ex 3, 14). Podemos entender esa expresión como “yo soy  el que existe desde siempre por mí mismo y no por causa de otro” o también como “yo soy el único que soy, el que existe por antonomasia”.
Ya desde el AT hay un interés notable por parte de Dios en manifestarse como el único Dios que existe: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios es el único Señor” (Dt 6, 4) y a Él sólo hay que darle culto: “No te vayas tras otros dioses, tras los dioses de las naciones que te rodean, pues el Señor, tu Dios, que está en medio de ti, es un Dios celoso…” (Dt 6, 14-15). Dios reprueba que Israel adore a ídolos falsos que no existen, pero fue ésta una tentación en la que el pueblo elegido cayó a menudo. También nosotros podemos caer en la tentación de adorar ídolos de barro que falsamente ofrecen felicidad, poniendo nuestra atención y confianza más en las cosas terrenas que en el mismo Dios. Pero Jesús mismo nos advierte: “Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo servirás” (Mt 4, 10; Lc 4, 8). Pues lo dicho: demos culto a nuestro único Dios y Señor.


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