sábado, 1 de septiembre de 2012

¿TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN?

El Evangelio mismo es liberación. Recordemos que Jesucristo alude a un pasaje de Isaías al inaugurar su misión y dice que lo que ahí está contenido se cumple con Él: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me llevado a llevar la buena noticia a los pobres, a anunciar la libertad a los presos, a dar la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor (Lc 4, 18-22)”.
Sin embargo, hemos de evitar reducir la Iglesia sólo a una especie de ONG de promoción humana o de lucha por la justicia social, prescindiendo del ámbito espiritual o religioso, prescindiendo de la gracia. En efecto, el Evangelio, leído íntegramente, nos habla de que Jesucristo ha venido fundamentalmente para librarnos del pecado y de sus consecuencias: del sufrimiento (enfermedad, opresión…) y de la muerte (eterna). Quedarse sólo en la parte del Evangelio que habla de liberar del sufrimiento u opresión física (y no espiritual) es sesgarlo, empequeñecerlo o reducirlo. Cristo asume todo eso, pero va mucho más allá. La palabra clave, más que liberación, me parece que es salvación. Cristo ha venido para salvar al hombre de las ataduras del pecado, del sufrimiento y de la muerte.
Tampoco podemos entender el Evangelio con meras categorías políticas. De hecho, Jesucristo huye siempre de una interpretación política de su misión, hasta el punto de que, cuando quieren proclamarlo rey, se escapa corriendo. Luego, al final de su vida, Pilatos le preguntará: “¿Tú eres Rey?” (Jn 18, 37). Y Jesús contestó: “Tú lo has dicho. Yo soy Rey”, pero añade: “Mi reino no es de este mundo” (Jn 18, 36). Su reinado es, ante todo, un reinado espiritual más que temporal. Él quiere reinar en el corazón de cada hombre. Y, en otro momento, afianzará el sentido verdadero de su enseñanza diciendo: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4; Lc 4, 4)”. Hablará, además, de comer el pan del cielo, que es Él: “Yo soy el Pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre” (Jn 6, 51).
Por eso, una Teología de la liberación que no tenga en cuenta todos estos aspectos y se quede en una visión evangélica exclusivamente de tipo humano o socio-político acaba un poco coja o manca. Por otra parte, determinados teólogos de dicha corriente han llegado a aplicar las categorías del marxismo al cristianismo, de modo que justifican la rebelión violenta de los oprimidos frente a los opresores e, incluso, entienden al pueblo de Dios como enfrentado en una lucha de clases (jerarquía “burguesa” frente a pueblo llano “oprimido”, lo que justificaría que éste se rebele contra aquélla. De hecho, las disidencias y desobediencias en este ámbito respecto al Magisterio oficial de la Iglesia resultan frecuentes). En suma, con esta visión corren peligro la paz y la unidad, en la Iglesia y en la sociedad.

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