miércoles, 8 de febrero de 2012

¿ANTICONCEPTIVOS?

Según la Iglesia, el uso de anticonceptivos artificiales es siempre malo (dentro y fuera del matrimonio), por varias razones que sería largo explicar. La principal, que se utiliza un instrumento (la unión sexual), de la que naturalmente puede derivarse nada más y nada menos que una existencia humana, cerrándose a esta última posibilidad, lo cual constituye algo de gravísima responsabilidad. Es como decirle a Dios: “tú, aquí, no creas, no me da la gana”. Se usa el sexo cortando el proceso natural generador de la vida y eso, tratándose de posibles seres humanos, no es una cuestión baladí. Tiene su gravísima importancia, pues no resulta ninguna tontería que venga o no venga una nueva vida humana por el uso de los cauces naturalmente previstos, que cortamos con la barrera de la anticoncepción artificial.
En cambio, el recurso a los métodos naturales (Billings, temperatura basal, sintotérmico, etc.) es, para la Iglesia, moralmente lícito, PERO SÓLO cuando, en conciencia, los esposos creen que, por diversos motivos (salud, economía, espacio en la casa, etc.) deben aplazar o suspender definitivamente los nacimientos.
Reunida esta importante condición, la diferencia con los métodos artificiales (anti-conceptivos) es sustancial, pues se trata de NO USAR el sexo en los días que se prevén fecundos (con los anticonceptivos artificiales, siempre se hace uso del sexo). De este modo, no se corta ningún proceso generador de la vida; simplemente, la pareja se abstiene, sirviéndose de una disposición natural puesta por Dios en el cuerpo de la mujer (sus ritmos propios), por la cual hay días fértiles e infértiles. Ese sacrificio de puntual abstención compartido por la pareja, bien llevado, los hace capaces de unirse afectivamente más e instaura un importante valor de respeto en las relaciones íntimas y de pareja. 
Por otra parte, si, por alguna razón, fallara el método natural, ninguna barrera impediría el proceso generador de la existencia humana, con lo que, en el fondo, se acepta la posibilidad de la sorpresa, lo que implica siempre una apertura a la posibilidad de la vida. En los métodos anticonceptivos artificiales, se suele cerrar, por lo menos en la intención, esa posibilidad, hasta el punto de que hoy, si fallan, mucha gente recurre luego a métodos abortivos o directamente al aborto.
Así pues, en ambos casos el fin es igual o parecido (evitar la prole), objetivo sólo legítimo si hay, en conciencia, justos motivos. Pero los medios no son los mismos. Y la moralidad suele referirse tanto a los fines como a los medios, tengámoslo presente.

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