martes, 14 de febrero de 2012

¿HAY QUE RESPETAR TODAS LAS IDEAS?

Hay que respetar a todas las personas, pero no todas las ideas, pues defender eso es como pensar que también debemos respetar las aberrantes ideas de un terrorista o de alguien que quiere cargarse a un ser humano. Las ideas abortistas, por ejemplo, no pueden ser respetadas; las ideas que atentan contra la dignidad humana, contra la integridad, seguridad y la libertad de las personas no merecen el mismo respeto que las que favorecen esos principios. Pensar de otra manera es ser un relativista, es decir, creer que da igual una idea que su contraria, darles a ambas el mismo valor. No. Los cristianos animamos, ayudamos y amamos a las personas, pero nos rebelamos contra las ideas, también ajenas, que no respetan a la persona en cuanto sujeto de derechos y en cuanto hijo de Dios.
El problema es que somos tan relativistas que, bajo capa de tolerancia y democracia, acabamos consintiendo con el mal y eso no puede ser. No es lo mismo ni igualmente verdadera una idea que su contraria. Una idea respetará la dignidad y la libertad humana; la contraria, puede que no. Entonces, ¿hemos de permanecer indiferentes? Recordemos que la injusticia y el mal del mundo no es culpa, muchas veces, sólo de los “malos”, sino también de los “buenos” que dejan de actuar por complacencia o cobardía.
Evidentemente, los cristianos combatimos las ideas que no respetan la dignidad humana con otras ideas que intenten ser mejores, que intenten aportar más luz, y respetar esa dignidad; es decir, no nos vamos a poner a guerrear, pero tampoco a tolerar y a callar con el falso y cobarde argumento de que “yo soy muy tolerante, democrático y respetuoso” con las ideas de los demás. Más que respetuosos, somos miedosos y comodones, pues queremos también que otros no nos molesten con ideas nuevas e incómodas. Y, para conseguir eso, procuramos también no molestar, barnizando todo con la capa del  “respeto” a los demás.
Tenemos el gran inconveniente de que no creemos en la existencia de la verdad, ni siquiera la verdad que nos trae la ciencia, si no interesa, como sucede con el tema del aborto. Una cosa es la humildad de pensar que cada cual no tiene toda y la absoluta verdad y otra muy distinta pensar que no es posible tener absolutamente ninguna verdad, al amparo de los datos que nos dan la ciencia, el pensamiento lógico, el sentido común o la información de nuestros sentidos.
No es humano que no haya verdad, porque entonces son imposibles las convicciones que mueven el mundo. Nos faltan ideas claras y así vivimos sumidos en el gran mal de nuestra época: la ignorancia, las ideas difusas, el relativismo.

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