martes, 14 de febrero de 2012

¿BASTA CON TENER BUENA INTENCIÓN?

La buena intención es necesaria, pero no suficiente, tanto en la vida como en la fe o la moral, pues, además de buena fe, hay que adquirir competencia y formación, es decir, hay que hacer las cosas bien. Es como si en el ámbito profesional decimos que cometemos uno o varios errores con muy buena intención: el jefe nos dirá que tenemos que poner los medios para no errar más, pues, de lo contrario, nos pueden echar a la calle.
En el plano humano, puede haber determinadas personas que se dediquen con muy buena fe a los pobres o a los demás, pero, si no lo hacen con un mínimo de competencia, están dejando de hacer todo el bien que podrían. Lo mismo unos padres que educan a sus hijos sólo con su buena disposición natural, sin formarse para formar: realizan una omisión importante; o el catequista que se dedica a dar catequesis sin la debida profundización en la fe, en la doctrina y en la moral de la Iglesia, basándose sólo en su mera religiosidad natural. No sabrá contestar a las preguntas de los chavales y no podrá hacer el bien que debiera. Tiene que adquirir competencia, hacer las cosas bien y no sólo con buena intención.
Del mismo modo, en el ámbito moral-religioso hay gente que peca y cree hacerlo “de buena fe”, es decir, sin mala intención, pues no se considera mala persona. Voluntaria o involuntariamente, le falta competencia doctrinal o moral. Si la “buena fe” es una excusa para hacer lo que a cada uno le viene en gana, se puede dudar de que haya buena intención, pues lo único que se desea es hacer lo que yo quiero, no lo que Dios quiere o manda a través de los mandamientos o de la Iglesia. Es decir, la presunta “buena fe” puede ser una “tapadera” de nuestro egoísmo o de nuestro orgullo (pues pensamos que a mí no me manda nadie y yo decido mi vida moral, al margen de Dios y de su Iglesia).
Además, cuando se actúa “de buena fe” por ignorancia, hay que discernir si se trata de una ignorancia vencible (y, por lo tanto, culpable, porque no se ha querido poner los medios para formarse bien) o de una ignorancia invencible (y, por lo tanto, disculpable, pues, habiendo puesto los medios para formarse bien, uno no sabe que hace un mal). En nuestra sociedad occidental, tenemos información y medios más que suficientes para afirmar que “querer es poder”, es decir, que quien quiere obrar de forma cristiana y moralmente recta o correcta posee múltiples medios para formarse e informarse de forma adecuada: el Catecismo Universal, las publicaciones religiosas, las charlas, la dirección espiritual, la parroquia, la catequesis, los movimientos apostólicos aprobados por la Iglesia, los buenos libros de doctrina o espiritualidad, etc.
Por eso, hay que tener mucho cuidado, para lo humano y lo divino, en invocar la buena fe, la buena intención, no sea que nos estemos escudando en ella para justificar nuestra pereza en formarnos adecuadamente, en adquirir la debida competencia personal, profesional, moral o doctrinal.

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