martes, 14 de febrero de 2012

¿CRISTIANO CONSERVADOR O PROGRESISTA?

El cristiano, en cuanto tal, no es ni conservador ni progresista, términos éstos que pertenecen, más bien, al ámbito político, pero que tienen poco sentido en el campo religioso. En todo caso, el cristiano auténtico conserva  (lleva en sí) una doctrina que no es otra que la doctrina de Jesucristo y de su Iglesia. Por eso, la palabra clave es fidelidad, no tanto conservadurismo o progresismo; fidelidad que tiene relación también con otra hermosa palabra: autenticidad, coherencia.
Estrictamente hablando, se podría comentar que, por fidelidad, al cristiano le toca conservar una doctrina, ser fiel a ella, y, en ese sentido, es más propio de él ser “conservador” que otra cosa. Pero el cristiano auténtico está también con el progreso, a condición de que éste sea humano y, en ese sentido, es también “progresista”. Ha de ser un progreso que no vaya contra ningún derecho, que respete la vida y la libertad de las personas, incluido al ser concebido y no nacido.
Por ello, el cristiano nunca podrá llamar “progreso” a aberraciones como el aborto, la investigación con células madre embrionarias, la clonación terapéutica, etc. Sí apoyará con mucho orgullo todo avance científico que no suponga dejar seres humanos en el camino o atentar contra su intrínseca dignidad. Por decirlo gráficamente, el cristianismo apoya un progreso con ética y una ciencia con conciencia, pues no todo lo técnicamente realizable resulta moral.
De todas formas, hoy en día, los términos “conservador”, “progresista” o “de centro” aluden mucho más, aplicados a los cristianos, a un determinado talante exterior que a unos contenidos o ideales determinados. Un cristiano conservador es el considerado de talante duro, quizá excesivamente radical o adusto en las formas; el cristiano “progresista” sería el identificado con formas exquisitamente dialogantes y amables, mientras que el de centro tendría relación con un talante “moderado”, que no se inclina ni a un lado ni al otro en sus modales. En este sentido, lo ideal es que un cristiano sea íntegro en su doctrina (lo que otros calificarían como “conservador”), pero suave y amable en las formas (de “centro” o “progresista”).
Finalmente, los términos “conservador”, “progresista” o “de centro” definen socialmente si el cristiano es ortodoxo en su doctrina, es decir, si comulga con el Papa (en cuyo caso se le tacha de “conservador”); si no lo hace (se le dice “progresista”, en cuanto teóricamente “rompedor”) o si lo hace, pero sin mojarse mucho (“de centro”). En este sentido, el buen católico es persona fiel al Papa y no debe temer que le llamen conservador.

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