miércoles, 8 de febrero de 2012

¿PEDERASTIA DENTRO DE LA IGLESIA?

Ante los muy lamentables casos de pederastia o encubrimiento dentro de la misma Iglesia, los cristianos sentimos dolor y, en mi caso, la impotencia de saber que eso ha sucedido con tanta profusión en donde menos debía suceder; pero así es la mísera condición humana. Recordemos cómo Jesús tenía en sus propias filas, entre los discípulos que Él mismo escogió, a un corrupto (“llevaba la bolsa y era ladrón”, dicen los evangelios) y traidor como Judas o que el mismo San Pedro, puesto al frente de la Iglesia, le negó tres veces en el momento crucial de la muerte, cuando Nuestro Señor más necesitaba de él y de su fidelidad. Somos capaces de lo mejor y de lo peor.
¿Por qué ha sucedido todo esto, precisamente dentro de la Iglesia? El Papa apunta algunas causas, algunas pistas, en su Carta a los católicos de Irlanda, con motivo de los casos de pedofilia desatados allí. Es una carta que bien puede valer para el resto de países o Iglesias locales, de muy recomendable lectura. El Santo Padre habla de fallos en los procedimientos de selección en los candidatos al sacerdocio o vida consagrada, de deficiente formación en los Seminarios y, en cuanto a los encubrimientos, de “una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos, cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y la falta de tutela de la dignidad de cada persona”. Influyó, de igual modo, que “el programa de renovación propuesto por el concilio Vaticano II a veces fue mal entendido (…). En particular, hubo una tendencia, motivada por buenas intenciones, pero equivocada, a evitar los enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares”.
A mi juicio, en el trasfondo de todo esto tan inexplicable, hay una corrupción de las personas, una evidente falta de santidad y de virtud personal, en medio de esta sociedad tan erotizada y tan hipócrita que, mientras detesta con razón la pederastia, fomenta el libre juego sexual o que los adolescentes-niños se inicien a edades demasiado tempranas en las prácticas sexuales (con el fácil recurso al aborto libre si hay “problemas”). La hiper-erotización no es extraña a determinados eclesiásticos mal seleccionados que lamentable y dolorosamente viven con desequilibrio, a veces perverso, su vida sexual. En esto, poco tiene que ver el celibato, pues la mayoría lo vive con normalidad y es una opción asociada a un estado libre de vida, como la fidelidad esponsal lo es en el matrimonio.
El Papa se ha dirigido con palabras duras a estos criminales eclesiásticos. “Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos. Habéis perdido la estima de la gente (…) y arrojado vergüenza y deshonor sobre vuestros hermanos sacerdotes o religiosos. Los que sois sacerdotes habéis violado la santidad del sacramento del Orden (…). Además del inmenso daño causado a las víctimas, se ha hecho un daño enorme a la Iglesia y a la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa”. Más claro, agua.

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