martes, 14 de febrero de 2012

¿FORMACIÓN CRISTIANA? ¿POR QUÉ?

Sí. Formación cristiana. Porque es imprescindible para conocer bien nuestra fe y para poder practicarla con amor, con esmero, con cuidado. Es muy difícil, por no decir imposible, crecer en la fe, en la vida cristiana, si nos falta formación, si nos falta conocimiento de nuestra fe. Es como si un trabajador quisiera desempeñar bien su trabajo sin formarse para su puesto, sin adquirir el conocimiento necesario para tener, al menos, la posibilidad de ser competente. No basta sólo con tener buena voluntad: en la vida y en la fe, hay que adquirir el conocimiento suficiente que nos posibilite hacer bien las cosas, no sólo con buena voluntad, sino también con competencia.
Además, si el cristiano ha de ser apóstol, tiene que estar preparado para dar “razón de su esperanza”, como pedía San Pedro (1 Pe 3, 15). Y, cuando hablamos de dar razón, nos referimos al plano intelectual, es decir, a tener argumentos, razones, para creer lo que creemos. Esta sección se llama, precisamente, “Razones para creer”. No puede ser (y menos en estos tiempos de duda, de confusión doctrinal), que los cristianos no sepamos contrarrestar ese ambiente de inseguridad, de preguntas, por una carencia formativa. La gente duda: nosotros, los cristianos, no podemos dudar. Cuando alguien nos pregunte algo, tenemos que saber responder y, además, hacerlo con argumentos sólidos. La gente lo necesita, nosotros también. Hoy no vale decir tan sólo que esto es de una forma o de otra “porque lo dice la Iglesia”. Hay que saber por qué la Iglesia dice lo que dice y hacérselo entender a la gente, en la medida de lo posible.
Lo dicho hasta aquí vale con muchísima más razón y responsabilidad para quienes se han comprometido en tareas de dar catequesis, clases de religión, etc. Para formar hay que formarse; lo más sólida y profundamente que podamos. Una religiosidad natural, sin más profundización, constituye un buen primer paso, pero del todo insuficiente para defender nuestra fe, practicarla con hondura, darla a conocer o formar a otros.
Por eso, hay que dar prioridad en la vida a nuestra formación cristiana, continua y constante: apuntarse a un grupo parroquial, a alguno de formación; acudir a charlas, a Ejercicios Espirituales o convivencias; estudiar Teología (si es posible); leer buenos libros religiosos capaces de aclarar dudas y de hacernos crecer en la vivencia espiritual; ir a misa, a grupos de oración… Al fin y al cabo, se trata de conocer mejor a Dios, al Señor, para poder amarle más y mejor. Porque no se puede amar lo que no se conoce.

No hay comentarios:

Publicar un comentario