martes, 14 de febrero de 2012

¿PLURALISMO DENTRO DE LA IGLESIA?

Muchas veces se habla de pluralismo dentro de la Iglesia referido a pluralidad de carismas, de modos de hacer, de personas… Eso está muy bien y es legítimo, ya que pluralidad es opuesto a uniformidad. En el seno de la Iglesia, hay muchos estilos válidos, a condición de que, entre todos ellos, haya unidad en lo sustancial: en la fe, en la doctrina y en la moral que se predican o que se viven. Así pues, no hay una sola forma (que es lo que indica el término uni-forme) de vivir o predicar la misma y unitaria fe: en ese sentido, podemos hablar de un sano pluralismo.
Ahora bien, en otros momentos existe el peligro de que invoquemos el pluralismo para hacer dentro de la Iglesia lo que nos viene en gana, al margen de la unidad en lo sustancial, en la fe y en la moral. Pluralismo equivaldría aquí a pluralidad de opiniones, de doctrinas, de teologías…, incluso en aquellas materias que no son opinables para un católico, por tratarse de cuestiones de fe o costumbres sobre las cuales la autoridad de la Iglesia ya se ha pronunciado y emitido un juicio en nombre de Cristo. Estamos aquí ante un insano pluralismo; insano, porque atenta contra la unidad sustancial de la Iglesia, es motivo de confusión para muchos fieles y escándalo para no pocas personas que, viendo la división eclesial, rehúsan acercarse a la fe.
Por lo tanto, cuando, dentro de la Iglesia, algunos piden respeto al pluralismo, hay que discernir muy bien de qué tipo de pluralismo están hablando: si es del primer tipo aquí explicado, merecen todo el respeto del mundo, pero, si es del segundo tipo, no, porque, al fin y al cabo, de este modo hacen un daño enorme a los fieles. No es católico que cada cual, en lo sustancial, vaya por libre; lo correcto es que todo miembro de la Iglesia (sea seglar, sacerdote, teólogo, obispo…) siga las directrices del mismo Concilio Vaticano II, que pedía un espíritu de obediencia religiosa a los Obispos y, particularmente, al Papa, aun cuando éste no hable ex cátedra (Const. Dogm. Lumen Gentium, nº 25).
En el fondo de este último pluralismo (el que hemos calificado de insano) puede estar un deseo más o menos intenso de “libre examen” o “libre conciencia” que tiene cierta aversión a la autoridad. Pero ese libre examen es más propio del protestantismo que del catolicismo, donde la autoridad de Cristo existe y se ejerce de forma vicaria o delegada por el Papa y los obispos en comunión con él. No olvidemos las palabras de Jesús a Pedro: “Lo que ates en la Tierra, atado será en los cielos; lo que desates en la Tierra, desatado será en los cielos”. Por lo tanto, la clave en la vida de la Iglesia tendrá que estar en este lema que proponemos: pluriformidad en la unidad.

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