miércoles, 8 de febrero de 2012

¿MENTIRAS PIADOSAS?

Personalmente, la expresión “mentira piadosa” me parece, en sí misma, contradictoria, pues siempre es una impiedad faltar a la verdad, una falta de delicadeza, una falsa misericordia (cuando creemos decir esa mentira por un supuesto bien). Las personas tienen derecho a la verdad (salvo que quieran meterse en intimidades o indiscreciones). Si no pueden digerir toda la verdad, habrá que ver el modo de dosificarla, de decir y hacer las cosas con la debida mano izquierda o delicadeza, discernir cuándo hablar, cuándo callar, cuándo dar un rodeo, cuándo decir que tal tema o pregunta nos parece improcedente, cuándo “escapar” o responder con otra pregunta (haciéndose el sueco o el gallego)… Decir la verdad o hablar sin mentir es todo un arte que hay que conquistar.
No siempre es necesario ni obligatorio decir absolutamente toda la verdad y la prudencia nos impondrá, incluso, callar o decir la parte de verdad que parezca oportuno en unas circunstancias y momentos determinados. Otras veces, por el contrario, será malo (incluso, grave) callar y no decir la verdad completa o la verdad parcial adecuada; o más nocivo aún será recurrir directamente a la mentira.
Evidentemente, la gravedad de estas acciones u omisiones dependerá de la materia que esté en juego o del tipo de implicaciones que tenga para terceras personas. Los cristianos y las personas de bien tenemos que empeñarnos en no mentir nunca, ni siquiera por un supuesto bien. Y, si hemos de hablar (no siempre hay que hacerlo), lo haremos invariablemente diciendo la verdad. Para esto es necesario tener valentía (la mentira tiene algo o bastante de cobarde) y, sobre todo, humildad, sencillez. Cuando nos complicamos y montamos un mundo, es fácil recurrir a la mentira, también a la supuesta mentira “piadosa”.
Siempre se ha dicho que de nada vale la verdad sin caridad (lo cual sucede cuando decimos las cosas a lo bruto, sin delicadeza, sin amor, haciendo de menos a la otra persona, humillando…). Del mismo modo, la caridad, el amor, se queda cojo si atentamos contra la verdad. Así pues, verdad y caridad son dos caras de una misma moneda. Si nuestro cónyuge o pareja pregunta que qué tal le sienta tal o cual ropa y le decimos que muy bien, aunque nos parezca que le queda mal, demostramos poca confianza y amor. La verdadera misericordia es decirle nuestra opinión y de ese modo le ayudamos (de buenas maneras, con gracia, con algún arte, con la expresividad del gesto que acompaña a la palabra, el buen tono de voz…, usando la inteligencia). Del mismo modo, si a un enfermo que va a morir le ocultamos la realidad de su situación o directamente le engañamos, le impedimos prepararse espiritualmente para el momento más importante de su vida (la muerte y entrada en el más allá), arreglar asuntos terrenos o humanos pendientes, despedirse de los suyos…
Por lo tanto, ¿mentiras “piadosas”? No, gracias.

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