miércoles, 8 de febrero de 2012

¿EL PAPA ES INFALIBLE?

El Papa es infalible sólo cuando habla ex cáthedra y ciñéndose a los campos de la fe y de las costumbres (moral) que debe creer la Iglesia. Por ejemplo, si el Papa opina sobre fútbol, música, política, arte o cualquier cuestión ajena a la fe y a las costumbres, es falible (puede errar), como cualquier ser humano. De igual modo, las actuaciones o comportamientos del Papa tampoco están exentos del error o del posible pecado, es decir, son actuaciones o comportamientos falibles, sujetos a fallo.
En general, se puede decir que, de ordinario, la actuación y la enseñanza del Papa son falibles (salvo que enseñe cosas dogmáticamente ya definidas o pertenecientes a la Tradición perenne de la Iglesia). Otra cosa es pensar que normalmente los Papas (ha habido excepciones en la historia) son personas muy prudentes y bastante santas, bien asesoradas, y no es fácil que se equivoquen (al menos, sustancialmente); pero, si así sucede, es más por su personal virtud que por su infabilidad, prerrogativa ésta del todo excepcional, muy poco usada (la última vez, con el dogma de la Asunción en cuerpo y alma de María a los cielos, en 1950).
Dice así la Constitución Dogmática Pastor Aeternus (Cap. 4) del Concilio Vaticano I: “Enseñamos y definimos como dogma divinamente revelado que el Romano Pontífice, cuando habla ex cáthedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables”.
El Concilio Vaticano II, en su Constitución Dogmática Lumen Gentium (nº 25), complementa un poco lo anterior: “(…) Los fieles, por su parte, tienen la obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión del espíritu al parecer de un obispo en materia de fe y de costumbres, cuando él las expone en nombre de Cristo. Esta religiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento, de modo particular, se debe al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando no hable ex cáthedra”.
En suma, el amor al Papa, la fidelidad a su persona y enseñanzas (tanto ordinarias como extraordinarias) son condición indispensable para un buen católico, porque obedecerle a él es obedecer a Cristo mismo, a quien el Santo Padre representa y en nombre del cual habla y actúa. Se trata de fe, no de borreguismo.

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