martes, 14 de febrero de 2012

¿IR A MISA O SER BUENAS PERSONAS?

Una objeción bastante común que se hace hoy en día es que lo importante no es ir a misa, sino ser buenas personas. Aun reconociendo que hay buenas personas en los más variados credos e ideologías, tenemos que hacer algunas matizaciones y afirmaciones:
1º) El hombre ha sido creado primordialmente por Dios, no tanto para ser buena persona cuanto para alabar a su Creador, para darle gloria. La esencia del cristianismo no consiste en ser buenos, sino en seguir a Cristo, también a Cristo realmente presente en la Eucaristía, en la Santa Misa. Por lo tanto, no asistir a misa es privar a Dios de la gloria y alabanza que se merece como Creador y Redentor nuestro, en el máximo acto de adoración y acción de gracias que podemos ofrecerle, como es la Santa Misa.
2º) En la Santa Misa se nos da Dios mismo, en cuanto que, por la consagración que hace el sacerdote de las especies del Pan y del Vino, es Cristo mismo resucitado quien viene a nosotros y, si le recibimos en la comunión, a nuestra propia alma. La gracia de Cristo (en este caso, Cristo mismo) es necesaria para nuestra santificación, para ser buenos. Otra cosa es que libremente la aprovechemos o no. Sin Cristo, su doctrina y su gracia, puede suceder que hagamos cosas buenas, pero seamos contradictorios y, en medio de nuestra ‘bondad’, aprobemos aberraciones como el aborto, la eutanasia, el desorden sexual, etc.
3º) Alguien dirá que hay personas de misa y comunión diaria que no son tan buenas y que por eso él o ella no tienen ‘necesidad’ de acudir a misa. Esas personas de misa diaria que no son buenas, desde luego, tienen que “arreglarse”, porque no aprovechan bien la gracia de Dios, tampoco la que reciben en la misa, y son motivo de escándalo. En la vida, intervienen tanto la gracia como la libertad humana (y el pecado). Ahora bien, compararnos con los demás es mal síntoma, una actitud un tanto mezquina o negativa. Nuestro término de comparación tiene que ser Cristo (yo me comparo con Cristo y no con los demás). Cuando descubro eso, descubro también cuánto me falta para ser tan santo como el Señor y cuánta necesidad tengo de Él y de su gracia (también de la gracia que nos da en la Santa Misa) para ser un poquito mejor.
4º) Todo lo anterior no quita para que, si hay un motivo serio, verdaderamente justificado (cuidado de ancianos o de niños, enfermedad, etc.), hay casos en los que un cristiano católico no está obligado a asistir a misa (CEC, nº 2181). Ahora bien, no nos busquemos excusas fáciles, porque, para justificarnos, siempre tenemos tiempo. Si no podemos ir a misa de verdad por cualquier motivo, hagamos alguna práctica sustitutoria (rezo del rosario, obra de piedad, asistir a misa entre semana –si fuera posible-) que pruebe nuestra rectitud de intención. Otra cosa puede indicar que nos estamos buscando un subterfugio para encubrir nuestra pereza o nuestra mala disposición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario