martes, 14 de febrero de 2012

¿JESÚS HIZO REALMENTE MILAGROS?

El relato de los milagros de Jesús es tan extenso, ocupa tan amplio lugar en los evangelios y está tan indisolublemente ligado a su doctrina o mensaje que es preciso rechazar o aceptar ambos (milagros y doctrina a la vez), si queremos ser coherentes. Por ejemplo, cuando Jesús resucita a un muerto (Lázaro), es porque luego quiere darnos una enseñanza: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11, 25); cuando hace la multiplicación de los panes y de los peces (Mt 14, 19 y otras citas), está aludiendo a la Eucaristía. “Yo soy el Pan de la Vida. El que viene a Mí no tendrá hambre” (Jn 6, 35). Milagros y enseñanza de Jesús están indisolublemente unidos.  Rechazando unos, rechazamos también a la otra, a Jesús mismo.
Así pues, los milagros no son un añadido fantasmagórico y externo a la predicación de Jesús, sino que están en la misma entraña de ésta; la muestran y confirman, señalando tanto el origen como la misión divinas de Jesús. Además, frente a la exaltación y adorno característicos en otro tipo de relatos milagrosos, aquí destacan la sobriedad y la sencillez, la naturalidad, con la que se narran los citados acontecimientos.
Por otra parte, es un hecho que, en muchos pasajes del evangelio, hay un conflicto de Jesús con los judíos a propósito de los milagros y de la enseñanza que éstos encierran. Los judíos llegan a acusarle de echar los demonios con el poder de Belcebú, el príncipe de los demonios (Mt 12, 24; Mc 3, 22; Lc 11, 15). Esto clama a favor de la historicidad o realidad de los milagros de Jesús, pues alguien que inventa un milagro no se preocupa de buscar enfrentamientos: inventa ensalzando al que los hace y, desde luego, no se le ocurre dejar en mal lugar, como incrédulos y protestotes, a los de su raza o pueblo (en este caso, a los judíos).
Además, a un judío no se le ocurriría inventar que alguien también judío (como Jesús) haga un milagro para curar en sábado, pues eso, en la mentalidad judaica, era trabajar y, por consiguiente, violar un precepto sagrado; algo tan ofensivo que no se le puede ocurrir a un judío.
Llama la atención, por otra parte, el estilo novedoso con el que se narran los milagros de Jesús. Se le atribuyen milagros hechos en nombre propio, en primera persona: “Yo te lo digo…”, “Yo te ordeno…”. Ningún judío se atrevía a hacer algo así: de hecho, en la Biblia los profetas (judíos) hacen milagros “en nombre de Yavhé” y luego los apóstoles (también judíos) los hacen “en nombre de Jesús”, pero nunca en nombre propio. Esto nos hace pensar en la verdad o historicidad de los milagros de Jesús.

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